domingo, 9 de diciembre de 2012

LA ELECTRICIDAD ESTÁTICA


§ 1.- Notas históricas
Desde el tiempo de Thales de Mileto, allá por el año 600 antes de la era vulgar, se conocía la propiedad que adquiere el ámbar amarillo de atraer, cuando se le frota, los cuerpos ligeros; sabían también los antiguos que la piedra imán atrae al hierro; pero ni remotamente sospecharon que entre ambos, fenómenos (la atracción de los cuerpos ligeros por el ámbar y la del hierro por el imán) hubiera una Comunidad de origen, hoy casi demostrada por la ciencia. Los conocimientos de los antiguos en esta materia se limitaban, pues, a aquellos dos hechos, y si pretendieron darse razón de los fenómenos, por esa tendencia del espíritu humano, siempre inquieto, a penetrar la causa oculta de las cosas, no se cuidaron, en cambio, de seguir él único camino que conduce a la posesión de las verdades naturales, y fuera del cual no hay ciencia posible. Este camino se llama la experimentación.
Veinte siglos después de Thales de Mileto, en el año 1600 de nuestro era, Guillermo Gilbert, médico de la reina Isabel de Inglaterra, descubrió que no era el ámbar amarillo el único cuerpo -donde podía desarrollarse la propiedad atractiva de que se ha hecho mención, pues aquella propiedad la adquieren también por el frotamiento algunas maderas, las piedras preciosas, las resinas, el vidrio, el azufre, los fósiles y varios cuerpos más. A Guillermo Gilbert sucedieron otros físicos que, aplicando al estudio de los fenómenos eléctricos el método experimental, fueron descubriendo las leyes que rigen aquellos fenómenos y preparando el terreno para nuevos y fecundísimos descubrimientos, cuyas portentosas aplicaciones prácticas superan considerablemente todo lo que la imaginación más ardiente y atrevida hubiera podido concebir.
Boyle en 1675 descubrió que, si los cuerpos previamente frotados atraían a los otros cuerpos, eran en cambio atraídos por los no frotados, siempre que se les pusiera en condiciones adecuadas. Una barrita o aguja de goma laca, frotada con una piel de gato, goza de la propiedad de atraer a otro cuerpo suspendido de una hebra de seda. Invirtiendo el experimento, es decir, suspendiendo la goma laca de la hebra de seda, se ve que el otro cuerpo la atrae, a su vez. Por último, si se suspenden los dos cuerpos, se observará que se atraen mutuamente. Estos hechos hubieran podido preverse fácilmente por ser una consecuencia necesaria del conocido principio de mecánica que dice que la acción es siempre igual y contraria a la reacción. Otra de las observaciones de Boyle, fue la de la luz de la electricidad; frotando en la oscuridad un diamante vio que emitía rayos luminosos.


Contemporáneo de. Boyle fue Otto de Guericke, el inventor de la máquina neumática y también de la primera máquina eléctrica, con la cual obtuvo manifestaciones eléctricas mucho más intensas que las obtenidas hasta entonces por los demás físicos. Otto de Guericke observó el primero las repulsiones eléctricas; una pluma atraída por el globo de azufre con que estaba constituida su máquina, era en seguida rechazada, y mantenida a cierta distancia, para ser atraída de nuevo, si se la tocaba con otro cuerpo,
Stephen Gray, a quien se deben multitud de observaciones e importantes descubrimientos en electricidad fue el primero que de una manera precisa emitió la idea, vagamente ex-, puesta por Wall, de la semejanza que existe entre la chispa eléctrica producida por las máquinas y el rayo que estalla en las tempestades. Del conocimiento de esta semejanza, o por mejor decir, de esta identidad entre las causas de ambos fenómenos, nació una de las aplicaciones más útiles de la electricidad, cual es el aparato harto conocido de todos y que se denomina el pararrayos.
Interesante por demás sería la historia de la electricidad, desde las primeras experiencias de Gilbert hasta los descubrimientos de los modernos físicos; pero como nuestro objeto no es escribir en el presente libro la historia de esta ciencia fecundísima, sino describir sus maravillosas aplicaciones, nos contentaremos con las sencillas notas expuestas, que nos servirán como de introducción al estudio que vamos a hacer, inmediatamente de los fenómenos eléctricos, para pasar después a la exposición de sus múltiples y variadísimas aplicaciones.

§ 2. - Conductibilidad eléctrica
El médico Gilbert demostró, como ya hemos dicho, que cierto número de sustancias, adquirían, por el frotamiento, la propiedad de atraer los cuerpos ligeros. Experimentando con otros cuerpos, tales como las piedras, los metales, etc. no pudo obtener manifestación eléctrica ninguna. Por largo tiempo creyeron los físicos, fundados en aquellas experiencias, al parecer concluyentes, que los cuerpos todos estaban naturalmente divididos en dos categorías: unos que adquirían, por el frotamiento, la propiedad indicada, y a los cuales denominaron idioeléctricos, y otros que no poseían aquella propiedad y que designaron con el nombre de aneléctricos. Pero una experiencia de Stephen Gray vino a demostrar que distinción hasta entonces establecida no tenía razón de ser, y que si los cuerpos de la segunda categoría no daban señales de electrización, cuando se les frotaba, no era sino porque no se les ponía en condiciones de conservar la electricidad adquirida por la fricción.
Propúsose Gray electrizar un tubo de vidrio, que estaba cerrado con tapones de corcho por sus dos extremidades, y, después de haberlo frotado al modo ordinario, observó con gran sorpresa que los tapones de corcho, que no habían sido frotados, atraían también los cuerpos ligeros, como el mismo tubo de vidrio. Pudiera creerse que la proximidad del vidrio determinaba el fenómeno, pero habiendo añadido al corcho algunas varillas de marfil, de metal y de otras sustancias, vio que las extremidades libres de estas varillas gozaban, sin duda, de la misma propiedad atractiva. Prosiguiendo sus experiencias suspendió del tubo una esfera de metal por medio de una larga cuerda de lino, y pudo obtener idénticas manifestaciones eléctricas en la esfera. Por último, tendiendo una cuerda de 250 pies de largo, consiguió trasmitir la propiedad atractiva en toda la extensión de la cuerda. En esta última experiencia hizo Gray una observación importante. La cuerda estaba suspendida de trecho en trecho por hilos de lino y en estas condiciones, el fenómeno no se produjo; suspendida después por hebras de seda en vez de los hilos de lino, se obtuvieron las manifestaciones eléctricas; pero cuando a una de las hebras de seda, que se había roto, se le sustituyó con un alambre, volvieron a desaparecer las manifestaciones eléctricas.



Figura 1

De estas observaciones dedujo Stephen Gray que, entre los cuerpos de la naturaleza, había algunos que se dejaban atravesar por la electricidad, y otros que la retenían sin dejarla pasar. A los primeros los designó con el nombre de cuerpos conductores y a los segundos con el de aisladores. Los cuerpos conductores son todos aquellos que no dan señales de electrización cuando se les frota en las condiciones ordinarias; pero aislados completamente adquieren lo mismo que le ámbar la propiedad atractiva. Para demostrar esto último basta tomar un cilindro de metal o de cualquiera otra sustancia conductora y aislarlo convenientemente por medio de un mango de vidrio (fig. 1); frotado este cilindro atrae los cuerpos ligeros como lo haría un cilindro de ebonita, que es sustancia aisladora.
Fácilmente se comprende ahora que aquella distinción establecida por los primeros físicos al dividir los cuerpos en aneléctricos e idioeléctricos no tenía más fundamento que la ignorancia en que hasta entonces estaban acerca de los fenómenos de conductibilidad de que vinimos hablando. Los aneléctricos no son otra cosa que los cuerpos buenos conductores, y los idioeléctricos los malos conductores o aisladores.
En realidad todos los cuerpos de la naturaleza son conductores en mayor o menor grado; pero algunos, como la goma laca lo son tan escasamente que casi se les puede considerar como perfectamente aisladores. Otros, como el mármol, aíslan muy imperfectamente, y se les denomina semiconductores. Por último, los metales son los cuerpos conductores por excelencia a continuación damos una lista de varias sustancias puestas por orden decreciente de conductibilidad:

Conductores Semi-conductores Aisladores
Metales ordinarios Alcohol Aceites grasos.
Carbón calcinado a alta temperatura Éter Hielo a — 200 °C
Ácidos concentrados Mármol Cal
Soluciones salinas Papel Creta, caucho y papel seco.
Agua de lluvia Paja Cabellos, seda.
Telas Hielo a 0° Vidrio, pez.
Vegetales y animales vivos   Azufre, ámbar y goma, laca.
    Aire seco.

Como se ve por la lista que precede, el aire seco es un cuerpo mal conductor de la electricidad. Gracias a esta circunstancia, podemos obtener manifestaciones eléctricas con los diversos aparatos y máquinas que se han ido sucesivamente inventando, pues de lo contrario, la electricidad desarrollada por el frotamiento, o por cualquiera otro medio de los que indicaremos más adelante, se escaparía por el aire y no se manifestaría a nuestros sentidos del modo con que se manifiesta, ordinariamente. Las experiencias de Stephen Gray, de que hemos hablado, no hubieran podido realizarse en un ambiente buen conductor de la electricidad. Por eso es conveniente experimentar siempre en una atmósfera desprovista en la posible de humedad, a fin de evitar las pérdidas de electricidad consiguientes. También es absolutamente indispensable que los instrumentos y máquinas que se empleen en el estudio de los fenómenos eléctricos sean previamente calentados, con objeto de expulsar el agua que los humedezca. El vidrio, por ejemplo, que se emplea constantemente como sustancia aisladora, tiene la propiedad de condensar en su superficie, en forma de delgadísima capa líquida, el vapor de agua que existe en la atmósfera, y de este modo, de sustancia aisladora, se con vierte, por virtud de la capa acuosa que lo envuelve, en cuerpo buen conductor de la electricidad. Para salvar este inconveniente es necesario someterlo a una temperatura capaz de expulsar por completo la humedad. Suele emplearse también el vidrio recubierto de una ligera capa de goma laca, que evita el depósito de agua, por no ser la goma laca, sustancia higrométrica como el vidrio, pero no por eso se debe prescindir de calentarlo del modo que se ha dicho, puesto que siempre existe alguna ligerísima capa de aguad adherida a los cuerpos que es muy perjudicial para la producción de los fenómenos eléctricos.

§ 3. - Atracciones y repulsiones eléctricas distinción de las dos electricidades
Hemos visto que el primer fenómeno eléctrico conocido es el de la atracción de los cuerpos ligeros por el ámbar, previamente frotado, y acabamos de ver, en el párrafo anterior, que todos los cuerpos pueden adquirir esa virtud atractiva, si se les pone en condiciones adecuadas. Vamos ahora a estudiar un poco más de cerca y con alguna detención este fenómeno de las atracciones eléctricas, que ha de conducirnos al conocimiento de algunos hechos importantes.
El aparato que nos ha de servir para este estudio es el denominado péndulo eléctrico (fig. 2).


Figura 2

Compónese de una esterilla de médula de saúco, sustancia sumamente ligera, suspendida, por una hebra de seda muy fina, de un pie vertical que sirve de soporte. Tomemos un cilindro de vidrio bien seco y frotémoslo vigorosamente con un trozo de paño de lana. En estas condiciones, si se acerca el cuerpo electrizado, que es el cilindro de vidrio, a la esferilla de médula de saúco, le verá que ésta es fuertemente atraída por el cilindro, y si, con un poco de habilidad, se consigue que no haya contacto entre ambos cuerpos, se observará que, la atracción es constante.
Supongamos ahora que la esferilla, al ser atraída, llegue a tocar al cuerpo electrizado; en este caso, e inmediatamente después del contacto, la esfera del péndulo será vivamente rechazada, y siempre que tratemos de acercarle el cilindro la veremos huir y apartarse de él El saúco ha quedado electrizado por el contacto; para convencernos de ello basta poner al lado sustancias ligeras, u otro péndulo no electrizado, en cuyo caso se observará una marcada atracción entre ambos cuerpos. Si se, toca la primera esfera con la mano, perderá su electricidad, y entonces volverá a ser atraída por el cilindro de vidrio.
Empleando, en vez de este cuerpo, una barra o cilindro de lacre o de resina, previamente frotados con un paño de lana, se obtienen fenómenos al parecer absolutamente idénticos; la esferilla de saúco es atraída primeramente y luego reclinada con fuerza, cuando se ha establecido el contacto; después de haberla tocado con la mano es atraída de nuevo por la resina. Pero aunque estos fenómenos sean al parecer idénticos a los obtenidos con el cilindro, de vidrio electrizado, no queda duda que entre unos y otros ha de existir una diferencia esencial.
Péguese, en efecto, con el cilindro de vidrio, la esferilla de médula de saúco; como se ha dicho, la esfera será rechazada. Acérquese ahora a la misma esfera, electrizada por el contacto, la barra de resina, previamente frotada; la esferilla, en vez de huir de la resina, será atraída con fuerza. Invirtiendo el experimento, es decir, tocando primero la esfera con la resina, para que sea rechazada, y acercando luego el vidrio, atraerá este último cuerpo al saúco.
Parece deducirse de aquí que las electricidades desarrolladas por el frotamiento en el vidrio y en la resina son de distinta naturaleza, puesto que una atrae lo que la otra rechaza y recíprocamente.
Fundándose en estos hechos, el físico Dufay, que fue quien primero los observó, creyó necesario, distinguir esas dos electricidades con los nombres de vítrea y resinosa; estableciendo la ley de que las electricidades del mismo nombre se rechazan y las de nombre contrario se atraen. Ahora vamos a ver que si la ley es la expresión exacta de los hechos, en cambio las denominaciones de, electricidad vítrea y resinosa, adoptadas por Dufay, no expresan la verdad sino muy imperfectamente.
Hemos dicho, en efecto, que todos los cuerpos se electrizan por el frotamiento; según esto, se puede fundadamente sospechar que, al frotar el vidrio con la lana, si el primero queda electrizado, la segunda se electrizará también, con la sola diferencia de que el vidrio conservará la electricidad que adquiera, mientras que la lana la perderá por el contacto con el cuerpo del experimentador. Pero si se procura disponer la experiencia de una manera conveniente, de modo que no haya pérdida de electricidad, ambos cuerpos quedarán electrizados. Tómense dos platillos circulares, uno de metal, cubierto con un paño de lana, y otro de vidrio, y provistos ambos de sus correspondientes mangos aisladores (fig. 3).


Figura 3

Frótense, uno contra otro, los Platillos, y sepáreseles vivamente después del frotamiento. Si, en estas condiciones, se acercan sucesivamente ambos platillos á. un péndulo de médula de saúco, previamente cargado de electricidad vítrea, se observará que el disco de vidrio lo rechaza, mientras que él de lana lo atrae, sucediendo lo contrario, cuando el péndulo se halle cargado de electricidad resinosa. Estos hechos se reproducen _con toda clase, de cuerpos, de donde es necesario deducir que siempre, que se froten dos cuerpos, uno contra otro, se desarrollarán en ambos electricidades contrarias. Ahora bien, si se frota el vidrio con la lana, se desarrolla en ésta la electricidad resinosa, y si es la resina la sustancia frotada, en el paño de lana se desarrolla la electricidad vítrea; es decir, que cada cuerpo adquiere una clase de electricidad u otra según sea el cuerpo con el cual se ha frotado o ha sido frotado. Algunas otras circunstancias varían también el género de electricidad que se desarrolla en un cuerpo; el vidrio sin pulimentar, por ejemplo, adquiere, por el frotamiento electricidad resinosa, y la, adquiere vítrea cuando está pulimentado. Venimos a parar, con todo esto, a que las denominaciones de electricidad vítrea y resinosa, propuestas por Dufay, deben ser abandonadas por inexactas. Hoy se distinguen las dos electricidades por los nombres de positiva, que es la vítrea, y de negativa, que es la resinosa, y aunque estas nuevas denominaciones no tengan más fundamento que las antiguas, no presentan, en cambio, los inconvenientes que acabamos de señalar.
En la lista que ponemos a continuación están dispuestos los cuerpos de tal modo que se desarrolla en cada uno de ellos electricidad positiva si se le frota con cualquiera de los que le siguen, y negativa si el frotamiento se efectúa con cualquiera de los que le preceden.

Vidrio pulimentado.
Paños de lana.
Plumas.
Madera,
Papel.
Seda.
Goma laca.
Resina.

Vidrio sin pulimentar.

Fáltanos añadir, para terminar este párrafo, que, si después de haber frotado dos cuerpos, se les une de nuevo, cada uno cede al otro la mitad de su electricidad, hasta que, al cabo de cierto tiempo, vuelven a quedar en estado natural, como si no hubieran sido frotados. De lo cual deducimos que las electricidades que se desarrollan en cada cuerpo son equivalentes, supuesto que reunidas se neutralizan.

§ 4. - Hipótesis de los dos fluidos
No suelen contentarse los hombres con el conocimiento de los hechos, sino que gustan remontarse hasta las causas que los producen. Por eso vemos que los físicos han procurado explicarse, por medio de suposiciones más o menos ingeniosas, la causa primera de los fenómenos eléctricos que, con asombro cada vez creciente, vemos desarrollarse ante nuestra vista. ¿Qué es la electricidad? El fundador de la filosofía jónica suponía que el ámbar amarillo estaba dotado de una especie de vida, y con tal hipótesis, harto infundada, explicaba, a su modo, las atracciones eléctricas. Boyle creía que el cuerpo electrizado emitía una sustancia pegajosa, invisible que, saliendo del cuerpo, volvía a él, después de arrastrar las sustancias de poco peso que encontraba al paso. Newton pensaba que el cuerpo frotado emitía un fluido eléctrico que penetraba el vidrio. Los esfuerzos de estos observadores fueron, sin duda, impotentes para explicar el origen de los fenómenos eléctricos; pero revelan bien a las claras la imperiosa necesidad que tiene el humano espíritu de darse cuenta de las cosas y de investigar la verdad hasta en sus más hondas raíces.
Franklin, para explicar los fenómenos eléctricos, concibió la teoría de un fluido único, fluido que se repelía a sí mismo, es decir, cuyas moléculas tendían a separarse, y que existía en cantidades definidas en todos los cuerpos. Cuando, por la acción mecánica del frotamiento, o por cualquier otra causa, un cuerpo llegaba a adquirir una cantidad de fluido eléctrico mayor de la que le correspondía en su estado normal, se decía que estaba electrizado positivamente, y si la cantidad de fluido era menor que la normal, se admitía entonces que estaba electrizado negativamente. De esta teoría nacieron las dos expresiones de electricidad positiva y negativa de que hemos hablado más atrás. La teoría de Franklin, al parecer sencilla, se complica bastante cuando se trata de profundizarla. Por de pronto, en esta teoría hay que admitir que las partículas eléctricas se repelen mutuamente; que existe atracción entre las partícula§ eléctricas y las moléculas ponderables de los cuerpos, y, por último, que las moléculas materiales se rechazan entre sí.
Más complicada en apariencia, y más sencilla en realidad es la teoría de los dos fluidos ideada por Symmer. Sin embargo, esta teoría no puede admitirse sino como una hipótesis ingeniosa y de ningún modo como una explicación racional de los fenómenos eléctricos. A. lo sumo se la puede admitir como una explicación interina., mientras no haya otra Más satisfactoria, o mientras no quede demostrada la existencia de esos dos fluidos, cuya concepción es algo difícil para la inteligencia. En la teoría o hipótesis de Symmer se admite que todos los cuerpos encierran una cantidad indefinida de una sustancia sutil denominada fluido eléctrico neutro. El fluido eléctrico neutro está constituido por dos clases de moléculas, unas que llamaremos positivas y otras negativas. Cuando en un cuerpo dado, existe un exceso de una clase u otra de aquellas moléculas, se dice que está electrizado positiva o negativamente, según los casos. Ambos fluidos, el positivo y el negativo, pueden circular rápidamente a través de una porción de cuerpos, pero en otros quedan fijos en las moléculas materiales, sin poder moverse de un punto a otro; los cuerpos de la primera categoría son los conductores, los de la segunda los aisladores. Cuando se frota un cuerpo contra otro, el fluido neutro se descompone, por efecto de, la acción mecánica ejercida, y entonces el fluido positivo se acumula en uno de los cuerpos frotados y el negativo en el otro. Los fluidos de nombre contrario se atraen mutuamente, y por eso dos cuerpos cargados de electricidades contrarias tienden a unirse; los fluidos del mismo nombre se repelen, y por eso dos cuerpos cargados de electricidad iguales tienden a separarse. Tal es, en resumen, la teoría de Symmer que, a falta de otra mejor, ha prevalecido en la ciencia, siquiera no se la admita, según ya hemos dicho, sino como provisoria.

§ 5. Inducción o influencia eléctrica
Otto de Guericke había observado, que, al acercar un cuerpo no electrizado, al globo de azufre que constituía, como hemos visto, su máquina eléctrica, el cuerpo en cuestión se electrizaba a su vez, adquiriendo la propiedad de atraer los cuerpos ligeros. De esta observación famoso burgomaestre de Magdeburgo, se deduce claramente que no es necesario el contacto para comunicar 4 un cuerpo cierta porción de electricidad; pero esta electricidad comunicada no queda en el cuerpo de un modo permanentemente, puesto que basta alejarlo de la máquina para que desaparezca todo indicio de electrización.
La teoría de Symmer, o de los dos fluidos, que hemos expuesto en el párrafo anterior, explica este fenómeno de la manera siguiente:
Supongamos un cuerpo A (fig. 4) electrizado positivamente. Al acercarle un cuerpo BC, no electrizado, el fluido neutro de éste se descompone; la parte positiva, huyendo de A, va a refugiarse al extremo C del segundo cuerpo, mientras que la parte negativa, atraída por A, se acumula en el extremo B. Es fácil comprobar que la electricidad, por efecto de la influencia ejercida por el cuerpo A, ha quedado distribuida en el cuerpo BC del modo que acabamos de indicar. Para demostrarlo experimentalmente, tómese un plano de prueba, que es un disco metálico como de una pulgada de diámetro, y provisto de un mango aislador, y tóquese con él la parte C del cuerpo BC; el plano de prueba quedará cargado, por contacto, de la misma electricidad que exista en C, y que nosotros aseguramos que es positiva.


Figura 4

Acérquese ahora el plano de prueba a un péndulo de médula de saúco, previamente cargado de electricidad positiva, y se verá que el saúco es repelido, lo que prueba que la electricidad del extremo C es positiva. Después de descargar el plano de prueba, tocándolo con la mano, repítasela experiencia, poniéndolo en contacto con el extremo B; el péndulo de saúco será entonces atraído, quedando demostrado que la electricidad acumulada en B es negativa.
Esta descomposición del fluido neutra por la presencia de un cuerpo electrizado se denomina en física inducción o influencia eléctrica.
Ya hemos dicho que un cuerpo, electrizado por inducción, vuelve al estado neutro, en cuanto se le aleja del cuerpo inductor. Se puede, sin embargo, comunicarle una carga permanente de electricidad de una manera muy sencilla; basta para ello tocar con el dedo el cuerpo inducido, en presencia del inductor. En efecto, al efectuar el contacto, el cuerpo inducido está en realidad formado por el cilindro BC, el cuerpo del observador y la tierra que lo sostiene; según esto, la, electricidad del mismo nombré que la del cuerpo inductor, huyendo de esta última, irá a refugiarse a la tierra, y. en el cilindro BC no quedará sino la de nombre contrario; si en estas condiciones se interrumpe el contacto, separando la mano, quedará en el cilindro BC un exceso de electricidad libre que, en el caso de la figura 4, será -negativa. Para dar cuenta exacta del fenómeno, debemos añadir que, interrumpido el contacto, una nueva cantidad de fluido neutro del cilindro BC se descompone por la influencia del cuerpo A, yendo la parte positiva a C y la negativa a B, como precedentemente. Si, al separar la mano del cuerpo inducido, se separa también el cuerpo inductor, se observará que el primero ha quedado cargado de electricidad negativa, distribuida por igual de un extremo a otro del cilindro BC [1] .
La teoría de la inducción eléctrica es sumamente importante; por la inducción se explican la mayor parte de los fenómenos que hemos de estudiar en este primer capítulo del presente libro. Las atracciones y repulsiones eléctricas de que hablamos en el< párrafo 3 no pueden ser explicadas sino recurriendo a la teoría de la inducción. Los cuerpos que son atraídos, en efecto, no se hallan realmente en estado neutro, sino más bien, electrizados por influencia; su fluido neutro, a la proximidad, del cuerpo inductor, se descompone como ya hemos explicado, y gracias a esta descomposición, se establece la atracción entre las partículas de ambos cuerpos. Y aquí debemos señalar un hecho que, mal interpretado, pudiera hacernos creer en la falsedad de la teoría. Supongamos un péndulo de médula de saúco que ha recibido, una débil carga de electricidad positiva; acerquemos a este péndulo un cuerpo fuertemente cargado de electricidad también positiva. Ambos cuerpos, aunque cargados de electricidades del mismo nombre, se atraerán; pero el hecho se explica fácilmente considerando que la electricidad negativa, provocada por inducción, puede ser bastante poderosa para vencer la débil carga positiva que tenía el péndulo, y, en este caso, habrá atracción, no entre las electricidades positivas del cuerpo inductor y del péndulo, sino entre la electricidad positiva del inductor y la negativa inducida de la médula de saúco.

§ 6. - El electroscopio
Antes de entrar en el estudio de las máquinas eléctricas y de los condensadores, conviene que describamos el sencillo instrumento denominado electroscopio, instrumento que sirve para determinar la naturaleza de la electricidad desarrollada en un cuerpo. Este aparato está fundado en la repulsión que mutuamente experimentan dos cuerpos cargados de una misma electricidad. Si se toman dos hojuelas de oro y, después de suspendidas de una hebra de seda, se les comunica, por contacto, una carga de electricidad cualquiera entonces se observará que las hojas, primeramente verticales 'y unidas, se separan formando un ángulo.


Figura 5

Pues el electroscopio estáconstituido por dos hojuelas de oro suspendidas de una varilla metálica BB ' (fig. 5), terminada en su parte superior por una esfera metálica B, y fija, por medio de un tapón aislador en el cuello de una campana de vidrio C. Las dos varillas c , d que se ven a uno y otro lado de las hojuelas a , b sirven para aumentar la sensibilidad del aparato, y la capsulita que se nota en el fondo de la campana está destinada a contener una cierta cantidad de cloruro de calcio con objeto de que se mantenga seco el aire interior.
Veamos ahora como se procede para determinar con este instrumento la naturaleza del fluido eléctrico desarrollado en un cuerpo. Para ello se comienza por cargar el instrumento con una electricidad' conocida. Acercando, por ejemplo, un cilindro de vidrio electrizado a la esfera B, y tocando ésta con el dedo, la electricidad positiva, desarrollada por inducción irá a parar al suelo, y el instrumento quedará cargado de electricidad negativa, es decir, de electricidad contraria a la del cuerpo inductor, como era fácil prever.
Tenemos ya el electroscopio preparado; supongamos que se trata de averiguar la clase de electricidad que posee un cuerpo y admitamos que ésta, es negativa. Acerquémoslo despacio a la esfera B y observaremos que las hojas; de oro divergen aún más, Esto nos prueba que la electricidad desconocida es negativa. En efecto, al acercar el cuerpo a la esfera, se ha descompuesto en el electroscopio una cantidad de fluido neutro y puesto que en el extremo a B ha aumentado la carga negativa, como la mayor divergencia de las hojuelas de oro lo prueba, resulta claro y evidente que el cuerpo estaba electrizado negativamente. En el caso contrario, las hojuelas de oro se hubieran aproximado entre sí.
Pasemos ahora a estudiar la distribución de-la electricidad en la superficie de los cuerpos, para entrar luego en el estudio de las máquinas eléctricas y de los condensadores.

§ 7. — Distribución de la electricidad en la superficie de los cuerpos — Poder de las puntas
Pudiera creerse que, cuando un cuerpo está cargado de electricidad, ésta se difunde por toda su masa, distribuyéndose allí de una manera homogénea; pero es fácil demostrar experimentalmente que la electricidad no se distribuye sino por la superficie de los cuerpos, en proporciones variables según sea la forma de esta superficie.


Figura 6

Tómese una esfera hueca de latón, provista de un pie aislador. Esta esfera ha de tener en su superficie un agujero por donde pueda introducirse el plano de prueba . Electrícese la esfera y se verá que solamente la superficie exterior dará indicios de electrización, mientras que la interior aparecerá como no electrizada. Otra experiencia, que vamos a describir, nos servirá también para comprobar la misma ley. Sea A (fig. 6) una esfera de latón, suspendida por, medio de un hilo aislador; electrícese esta esfera y cúbrasele después con los dos hemisferios B y C que son también de latón. Separando de pronto los dos hemisferios se observa que están cargados de la misma electricidad con que se cargó la esfera, mientras que s aparece entonces en estado neutro.
El célebre físico inglés Faraday, a quien la ciencia eléctrica debe importantísimos descubrimientos, hizo una experiencia, verdaderamente notable, que prueba la verdad de lo que venimos diciendo. Se encerró en una caja de madera de grandes dimensiones, recubierta de papel y sobre la cual se había colocado una tela metálica que la envolvía completamente. Esta caja se hallaba suspendida de cuerdas de seda con objeto de aislarla. Faraday hizo comunicar a la caja una fuerte carga eléctrica, a pesar de lo cual no pudo obtener en el interior ni el más leve indicio de electrización, operando con electroscopios sumamente sensibles.
Todas estas experiencias, y otras muchas que pudiéramos describir, prueban muy a las claras, que la electricidad no se difunde por el interior de los cuerpos, sino que se acumula en la superficie. Según esto, la cantidad de electricidad que puede recibir un cuerpo es independiente de su masa. Veamos ahora en qué proporciones se distribuye por la superficie, según la forma que está presente.
La experiencia demuestra que la carga de electricidad que recibe el plano de prueba, por su contacto con un cuerpo electrizado, depende de la cantidad de electricidad que existe en el punto de contacto, o, hablando más correctamente, de la tensión de la electricidad en aquel punto.


Figura 7

Supongamos, pues, una esfera electrizada; toquémosla sucesivamente en varios puntos con el plano de prueba y, a cada contacto, llevemos el plano de prueba al electroscopio para observar la divergencia de los panes de oro. El ángulo de separación de los panes será en todos los casos el mismo, con lo que se prueba que la tensión de la electricidad en los diversos puntos de la superficie de la esfera es constante. Este resultado, por lo demás, era fácil de prever, como consecuencia necesaria de la ley de simetría.
Tómese ahora un cuerpo de forma alargada, un elipsoide, por ejemplo (fig. 7), y repítase la experiencia con el plano de prueba. Ya en este caso, la distribución de la electricidad en la superficie del cuerpo no será uniforme, observándose, por el contrario, que la carga es mucho mayor en los extremos N y N, que en cualquiera de los puntos M intermedios. Mientras más alargados sea el elipsoide, mayor será la diferencia que exista entre la carga de los extremos y la de los puntos medios.
Si el eje mayor del elipsoide se alarga indefinidamente, permaneciendo constantes los otros dos, es decir, si el cuerpo termina en punta, la electricidad se acumulará allí, y, como las moléculas eléctricas se rechazan mutuamente, tenderán a escaparse por la punta, como la experiencia, en efecto, lo comprueba, cuando la carga de electricidad es poderosa.
En virtud de este poder de las puntas, es imposible electrizar de una manera permanente los cuerpos aguzados, pues, a medida que se le va comunicando la electricidad, va ésta venciendo la resistencia del aire y escapándose del cuerpo. Sucede también que las moléculas de aire son rechazadas con violencia, estableciéndose una corriente aérea capaz de apagar una bujía. A esta corriente de aire se le denomina ordinariamente viento eléctrico,
Como toda acción va acompañada de una reacción, sucede que, si la punta rechaza al aire, éste a su vez reobrará sobre la punta. En este principio está fundado el torniquete eléctrico. Compónese este aparato de cierto número de varillas metálicas, colocadas horizontalmente y dispuestas como los radios de un círculo y encorvadas todas en el mismo sentido. El sistema de varillas puede girar libremente alrededor de un eje vertical fijo en una máquina eléctrica. En cuanto se comunica a esta máquina una carga de electricidad, el fluido tiende a escaparse por las puntas de las varillas; el aire, como hemos dicho, es rechazado y, reobrando sobre las puntas, las hace girar en sentido contrario al rededor del eje

§ 8. — Máquinas eléctricas
La primera máquina eléctrica inventada fue la de Otto de Guericke. Componíase de un globo de azufre que giraba alrededor de un eje horizontal. La mano seca servía de frotador. El globo de azufre fue después sustituido por esferas de vidrio, y éstas por cilindros también de vidrio. La máquina      hizo algo más complicada cuando se le añadió el conductor principal, que era un tubo de estaño, aislado por resina o por hebras de seda, y destinado a recoger la electricidad producida por el cuerpo frotado.
La máquina de disco, que actualmente existe en todos los gabinetes de física, fue inventada por Planta en 1760. El constructor Ramsden ha dado su nombre a esta máquina, no por haberla inventado, sino porque a él se debe la forma definitivamente adoptada.
Todas estas máquinas, denominadas de frotamiento, se componen esencialmente de dos partes principales: el cuerpo aislador, que se electriza por frotamiento y el conductor principal. Sentado esto, vamos a describir la máquina de Ramsden, representada en la fig. 8.


Figura 8

El cuerpo aislador es, en esta máquina, el disco de vidrio PP, móvil alrededor de un eje horizontal, por medio del manubrio G. Los frotadores son los dos pares de cojinetes BB, B’B’, fijos en dos montantes verticales de madera. Los dos cilindros de latón C, C’, aislados por pies de vidrio, recubiertos de goma laca, constituyen el conductor principal de la máquina. Ambos cilindros llevan dos mandíbulas F, F’, provistas de puntas, situadas a poca distancia del disco, pero que no le tocan.
Veamos ahora cómo funciona esta máquina. Los puntos del plano de vidrio que pasan por entre los cojinetes se electrizan positivamente; al acercarse a las armaduras metálicas FF’, descomponen por influencia el fluido neutro de los conductores, rechazando el positivo hacia las partes más lejanas y. atrayendo a sí el negativo. Este fluido negativo se escapa por las puntas de las armaduras y va a combinarse con el positivo del disco, de modo que esta parte del vidrio, que ha pasado por las puntas, queda en estado neutro, hasta que un nuevo frotamiento con los cojinetes le electriza otra vez positivamente. Según lo expuesto, a cada media rotación va quedando en los conductores una cierta cantidad de fluido positivo libre, que es el que se utiliza después en las diversas experiencias que se quieran hacer.
Pero no se debe suponer que la carga de los conductores puede aumentar indefinidamente. Llega un momento, en efecto, en que el fluido positivo acumulado en los conductores, rechaza al del mismo nombre del disco de vidrio, impidiendo una nueva descomposición del fluido neutro, y evitando, por consiguiente, un aumento de carga.
Para apreciar a cada instante la carga de la máquina se emplea el electrómetro de Henley, que está constituido (fig. 8. E) por una esferilla de saúco sostenida en una espiga de marfil. Según el ángulo que forme la espiga con la vertical, ángulo que se mide en un círculo graduado que acompaña al aparato, se estima aproximadamente la carga de la máquina.
En esta máquina, y en todas, hay siempre una pérdida de electricidad, ya por los soportes, ya por el aire ambiente. Para evitarla en lo posible es conveniente colocar entre los soportes unos hornillos encendidos que alejan la humedad, causa principal de aquella pérdida. Cubriendo las partes del disco que se van electrizando por el frotamiento, se colocan unas cubiertas de seda DD’ (fig. 8), cuyo objeto es evitar también la pérdida de la electricidad; pero a pesar de todas estas precauciones, no se consigue impedirla de todo punto.
Algunas otras máquinas eléctricas se han construido, fundadas en otros principios, mas para nuestro objeto basta con la descripción que hemos hecho de la de Ramsden. Sólo nos falta, para terminar este párrafo, hablar de una sencillísima máquina, ideada por Volta y que es de un uso muy frecuente en los gabinetes de física. Se conoce este aparato con el nombre de electróforo y está constituido por un pan circular de resina y un disco metálico, provisto de su mango aislador (fig. 9).


Figura 9

Frotando la resina con una piel de gato se electriza negativamente, y colocando luego sobre ella el disco metálico el fluido neutro de éste se descompone; la parte positiva es atraída a la cara inferior del disco, mientras queda negativa se acumula en la superior.
Si, en estas condiciones, se toca el disco metálico con el dedo, el fluido negativo se escapa al suelo, quedando solamente una carga de fluido positivo libre. Una vez frotado el pan de, resina, puede servir casi indefinidamente para cargar el disco metálico.

§ 9. — Botella de Leiden
En el año 1745, Kleist, pastor de Cammin, en Pomerania, hizo un descubrimiento importantísimo. Habiendo vertido cierta cantidad de mercurio en una botella de vidrio, puso aquel líquido en comunicación metálica, por medio de un clavo que atravesaba el tapón de la botella, con el conductor principal de una máquina eléctrica en actividad, y, al tocar casualmente el conductor con la otra mano, experimentó una violenta conmoción, que no podría compararse, por su intensidad, con las que produce la chispa eléctrica de una máquina ordinaria.
Petrus Cunaeus, de Leiden, hizo el mismo descubrimiento el año siguiente, siendo esta vez los efectos de la descarga mucho más intensos que en la experiencia de Kleist. Musschenbroeck, que experimentó los efectos de la descarga, decía después que no se expondría a otra aunque le dieran la corona de Francia. La sacudida fue tan violenta que le hizo arrojar sangre por la nariz, produciéndole además una fuerte fiebre y un dolor de cabeza que le duró algunos días.
Kleist no dio explicación ninguna del fenómeno, mientras que los físicos de Leiden expusieron claramente las condiciones necesarias para producirlo con, éxito, y de aquí ha provenido el designar el aparato de Kleist, con el nombre de botella de Leiden. Sin embargo, la teoría exacta de la botella de Leiden se debe a Volta (1782), pues ni Franklin, ni OEpinus, ni Wilke, que hicieron notables experiencias con este aparato, conocieron positivamente la verdadera explicación del fenómeno.
La botella de Leiden ha recibido diferentes modificaciones, pero esencialmente se compone de tres partes: Un frasco de vidrio aislador; la armadura exterior, que está formada por una envolvente metálica, y la armadura interior, constituida por un liquido, por hojas de oro, o por cualquier otro cuerpo conductor. En la figura 10 damos el corte de una botella de Leiden ordinaria: CC es el frasco aislador, dentro del cual van los panes de oro AA; por en medio de éstos pasa la varilla metálica T, que sirve para poner en comunicación la armadura interior con el conductor de la máquina eléctrica. La armadura exterior BB está formada, como hemos dicho, por una envolvente metálica, que puede ser una hoja de estaño, la cual no debe pasar de los dos tercios de la altura del frasco; la parte restante va cubierta de un barniz aislador. El tapón, donde va fija la varilla T, debe también estar cubierto de goma laca.


Figura 10

Veamos ahora, cómo la teoría de la inducción o influencia eléctrica, oportunamente expuesta en el párrafo 5, puede servirnos para explicar el funcionamiento del aparato. Para cargar la botella, se pone en comunicación la armadura exterior con el suelo, ya por medio de la mano y el cuerpo del experimentador, ya por cualquier otro procedimiento, y la armadura interior se pone en contacto con la máquina eléctrica en actividad. Supongamos, como ordinariamente sucede- con la mayor parte de las máquinas, que la electricidad que ésta suministra es positiva La carga de electricidad positiva que la máquina da a la botella, obra por inducción, a través de las paredes del frasco, sobre la armadura metálica exterior, atrayendo hacia esta armadura la electricidad negativa y rechazando al suelo la positiva.
Tenemos, pues, en presencia y separadas solamente por el vidrio dos capas de electricidad que mutuamente se atraen. A medida que la máquina funciona, nuevas cargas de electricidad positiva y negativa se van acumulando en las armaduras interior y exterior respectivamente, pudiendo así llegarse a condensar en la botella una cantidad enorme de electricidad.
Si después de cargada la botella de Leiden, se la aísla de la máquina y se ponen en comunicación las dos armaduras, ya tocándolas con las manos, lo cual es sumamente peligroso, ya por medio de un excitador (fig. 11), las dos electricidades se combinan bruscamente. Obtiénense así chispas eléctricas muy notables y otra porción de efectos de que hablaremos a su tiempo.
En lugar de una descarga instantánea, pueden obtenerse varias descargas sucesivas, como sucede con un aparato ideado por Franklin, en el cual las descargas se repiten por sí mismas.


Figura 11

Compónese este aparato de una botella de Leiden ordinaria (fig. 12), cuya armadura interior lleva una campanilla C, mientras la armadura exterior está en comunicación con un pie metálico vertical, que soporta también otra campanilla A. Entre ambas campanillas puede oscilar, suspendida de una hebra de seda aisladora, una esferilla metálica B. Atraída la esfera por la campana C, choca con ella produciendo un sonido, y, rechazada en seguida, después de cargarse de electricidad positiva, va a chocar de nuevo en A, atraída por el fluido negativo de la armadura exterior. Corno, inmediatamente después del segundo choque, es rechazada otra vez hacia C, se produce una serie de idas y venidas que van descargando sucesivamente la botella y produciendo al mismo tiempo un repiqueteo continuado.


Figura 12

Débese a Franklin también una experiencia por la cual se demuestra que el fluido acumulado o condensado no reside en las armaduras, sino en las paredes del cuerpo aislador. Habiendo cargado de electricidad una botella medio llena agua y recubierta exteriormente de una hoja de estaño, observó que el agua vertida en otro recipiente no daba el más leve indicio de estar electrizada, al paso que, si se introducía en la botella vacía una nueva cantidad de agua, los efectos de la descarga eran los mismos que si no se hubiera cambiado el líquido. En los cursos de física se hace hoy la misma experiencia por medio de una botella de armaduras móviles, es decir, de una botella de Leiden en que las armaduras A y B (fig. 13) pueden ser fácilmente separadas del vaso intermedio C.
Después de cargar la botella, se le quita la armadura interior, teniendo cuidado de sacarla con un cuerpo aislador, y la exterior se le quita con la mano.


Figura 13

Entonces se observa que las armaduras no están electrizadas. Si se recompone la botella con otras armaduras iguales, los efectos de la descarga serán idénticos a los que hubieran producido las primeras.


Figura 14

Para aumentar los efectos de la descarga, se pueden dar a la botella grandes dimensiones; sin embargo, como no se debe pasar de ciertos límites, se ha recurrido a otro medio que consiste en reunir el número necesario de botellas, poniendo en comunicación todas las armaduras exteriores entre sí, y las interiores del mismo modo. A esta disposición (fig. 14) denominan los físicos batería de Leiden. La figura 14 representa una batería de este género. Está constituida por nueve botellas o jarras, cuyas armaduras exteriores están unidas en D por varillas metálicas, mientras las exteriores lo están entre sí por el contacto con las paredes interiores y el fondo de la caja C, donde van colocadas las jarras. La caja se pone en comunicación con el suelo por medio de una cadena.


Figura 15

Para cargar una batería se emplea el mismo procedimiento que para cargar una botella sencilla. La carga que puede -recibir la batería es proporcional al número de jarras que la componen.
Por lo expuesto se ve que a la botella de Leiden, o por mejor decir, a los condensadores, se les puede dar la forma que se quiera, siempre que estén constituidos por dos cuerpos conductores, separados entre sí por medio de una sustancia aisladora, que puede ser sencillamente la capa de aire seco interpuesto entre las armaduras.


Figura 16

El condensador de OEpinus, que se emplea en los gabinetes de física para explicar la teoría, está constituido por dos platillos A y B (fig. 15), separados entre sí por la lámina de vidrio C. Ambos platillos, sostenidos por pies aisladores, pueden alejarse o acercarse, según los deseos del experimentador. La figura 16 enseña el modo de cargar el aparato y la distribución de la electricidad en él.
Para terminar el párrafo relativo a los condensadores, fáltanos hablar del electrómetro condensador de Volta. Sirve este aparato para determinar la naturaleza de la carga de un manantial de débil tensión, pero que pueda suministrar electricidad de una manera continua.


Figura 17

Está constituido por un electroscopio de panes de oro (fig. 17) que lleva, en vez de esfera metálica, un platillo también metálico a cubierto, en su cara superior, con un barniz de goma laca. Sobre este platillo va colocado otro igual, barnizado inferiormente, y provisto de un mango aislador. Los dos platillos y las capas de barniz que los separan constituyen el condensador.
Pongamos el manantial eléctrico en comunicación con el platillo superior, y el inferior en comunicación con el suelo. En tal caso la electricidad suministrada- por el manantial se acumulará en B, y el fluido de nombre contrario en A. Si, pasado cierto tiempo, se interrumpen las comunicaciones con el productor de electricidad y con el suelo y se separa el platillo B, el fluido acumulado en A quedará libre y, extendiéndose por la varilla y las hojas de oro, las hará divergir notablemente. Sólo falta ya averiguar, por los procedimientos ordinarios, la naturaleza de la electricidad allí aprisionada, para deducir la del manantial eléctrico.

§ 10. -- Efectos mecánicos, caloríficos, luminosos, químicos y fisiológicos de las descargas
Los efectos de las descargas eléctricas son muy variados. Dependen de la naturaleza de los cuerpos que atraviesan y de la intensidad de la carga. Pueden dividirse en cinco categorías: efectos mecánicos, caloríficos, luminosos, químicos y fisiológicos.


Figura 18

Los efectos mecánicos pueden consistir en el transporte de las partículas materiales de los cuerpos. Si se coloca una hoja de vidrio entre dos puntas metálicas agudas (fig. 18), y se hace pasar por ellas la descarga de una botella de Leiden, la chispa perforará el vidrio. Esta experiencia se hace con el aparato representado en la figura 18. El botón A se pone en contacto con la armadura interior de la botella y la cadena B con la armadura exterior, y en cuanto el contacto es simultáneo, salta la chispa entre las dos puntas metálicas y aparece un agujerito en el vidrio.
Efectuando la descarga a través de cuerpos reducidos a polvo se les ve dispersarse en todas direcciones. La descarga de una poderosa batería que atraviesa un trozo de madera parte a ésta en mil pedazos.
Los efectos caloríficos son también notables. Los alambres delgados, que son los que ofrecen mayor resistencia al paso de la electricidad, no sólo se funden por efecto del calor que su resistencia hace desarrollar, sino que se volatilizan completamente.
Cuando se hace descargar una batería por medio de una cadena de acero, cuyos eslabones no están soldados, las chispas que estallan entre los eslabones arrastran consigo partículas de acero en estado incandescente. Estas cadenas han sido fundidas por descargas muy poderosas, como las del rayo.


Figura 19

Si la descarga pasa por una hoja de oro muy delgada la volatiliza. En este fenómeno está fundada la experiencia denominada del retrato de Franklin. Se toma un cartón, el cual se recorta del mejor modo posible de manera que resulte un retrato o cosa tal. Luego se coloca encima un pan de oro, de manera que sus bordes toquen las dos placas metálicas, F, F’ (fig. 19) y se asegura por medio de los dos cartones A y C.
Debajo del cartón que contiene el retrato se coloca un trozo de tela de seda blanca y se encierra el todo entre dos tablas de madera P, sujetas con tornillos de presión. Haciendo pasar la descarga de una batería por las dos placas metálicas F y F; el pan de oro se volatiliza y sus partículas atraviesan los recortes de cartón, dejando una huella en la tela de seda, y reproduciendo el retrato en dicha tela.
Los efectos luminosos de la descarga son sumamente variados. Las manifestaciones más frecuentes son las chispas que se desprenden de las máquinas y de los condensadores, pero estas chispas revisten caracteres muy distintos según los casos. Unas veces son rectilíneas, otras recorren una línea quebrada y otras se ramifican y dividen en varias chispas. El color varía también según el medio que, atraviesan. La duración de la chispa es muy corta. Según una experiencia de Wheatstone, la duración es igual a 1/24000 de segundo; pero en algunos casos apenas llega a una millonésima de segundo.
Si el productor de electricidad no está cerca de algún cuerpo sobre el cual pueda descargarse, se descarga sobre los cuerpos lejanos por medio de ligerísimos penachos que son visibles, en la oscuridad y que se manifiestan en las partes salientes de las máquinas.


Figura 20

Como efectos curiosos podemos citar las experiencias del tubo y del cuadro centelleante. La primera se hace con un tubo de vidrio AB (fig. 20), en cuyo interior se dibuja una hélice con pequeños rombos de oropel, dispuestos de modo que dos ángulos agudos queden en frente y separados por un ligero espacio. Cuando la descarga pasa a través del tubo, estallan casi simultáneamente pequeñas chispas de rombo a rombo, que producen un bello efecto luminoso en la oscuridad.
El cuadro centelleante consiste en un cuadro de vidrio sobré el cual se dibuja con pedazos de estaño un objeto cualquiera. La chispa produce, en este caso, un efecto análogo al que producía en el tubo.
El aire rarificado favorece el paso de la descarga eléctrica. Si se toma un tubo de 2 metros de largo y se hace en él, el vacío, la descarga eléctrica lo atravesará, mientras que la misma descarga, a la presión ordinaria del aire, no atravesaría la quinta parte de aquella longitud. Es necesario, para que la descarga eléctrica se produzca, que en el tubo exista una cierta cantidad de materia ponderable, pues, de lo contrario, es decir, en el vacío absoluto, la descarga no tiene efecto. Si se coloca un electroscopio a alguna distancia de todo cuerpo conductor y rodeado por la campana de una máquina neumática, en la cual se haya hecho el vacío, conservará casi indefinidamente la electricidad de que esté cargado.
Los efectos químicos consisten en combinaciones y descomposiciones provocadas por la descarga. El abate Nollet y otros físicos, intentaron, aunque sin éxito, poner fuego a algunos cuerpos inflamables, por medio de la chispa eléctrica.
Ludolf fue el primero que consiguió encender con la chispa el éter sulfúrico. El Dr. Watson hizo que una persona electrizada sostuviese en la mano una cuchara con éter, y que otra persona, no electrizada aproximase el dedo al líquido; la chispa que se produjo, fue bastante para inflamar el éter.
También se hicieron por mucho tiempo tentativas infructuosas con objeto de inflamar la pólvora, pero la duración de la chispa es tan corta que sólo se conseguía dispersar los granos en todas direcciones. Wolff, en 1787, pudo obtener el resultado apetecido, interponiendo en el circuito por donde pasaba la descarga un tubo de vidrio humedecido interiormente, con lo cual conseguía que la descarga fuese más lenta, por tener que atravesar un conductor imperfecto.
Fundado en los efectos químicos de la chispa está el aparatito, muy conocido en los gabinetes de física, y denominado pistolete de Volta. Consiste en un vaso metálico A (fig. 21), cerrado en su parte superior por un tapón de corcho B, y atravesado lateralmente por una varilla metálica que termina en dos bolas D y E. Se encierra en el vaso una mezcla detonante de dos volúmenes de hidrógeno y uno de oxígeno y manteniéndolo en la mano, se acerca la bola D al conductor de una máquina eléctrica en actividad. La chispa que estalla entre la bola interior E y la pared metálica del vaso, produce la combinación instantánea de los elementos gaseosos allí encerrados. Al combinarse aquellos elementos producen vapor de agua a una fuerte tensión, por efecto del calor intenso que se desarrolla, y entonces el tapón de corcho salta con violencia produciéndose una detonación bastante enérgica.


Figura 21

Fáltanos hablar de los efectos fisiológicos de la descarga. Ya hemos visto que los descubridores de la botella de Leiden sintieron fuertes conmociones al recibir la descarga que no esperaban. Boze, que recibió una muy enérgica, creyó que se moría por efecto de la violenta conmoción que experimentó; luego decía que era lástima no haber sido víctima de aquella descarga, para poder figurar entre los mártires de la ciencia. El abate -.Nollet formó una cadena compuesta de 180 guardias de corps cogidos de las manos, y vio que todos sintieron la sacudida producida por la descarga. Por medio de la conmoción eléctrica mató algunos pájaros y peces. Franklin experimentó, en distintas ocasiones, los efectos violentos de las descargas eléctricas; una vez lanzó una batería de dos botellas sobre seis hombres robustos, haciéndoles caer en tierra; cuando se levantaron hubieron de declarar que no tenían conciencia de lo que les había pasado, pues ni oyeron ni sintieron la descarga. Priestley sufrió los efectos de una batería de dos jarras, pero no sintió ningún malestar. El profesor sir John Tyndall, de la Institución Real de Londres, describe de la siguiente manera el efecto producido en él por una fuerte batería:
«Encontrábame, hace algunos años, al lado de una batería de 15 grandes botellas de Leiden, cargadas a saturación, y, habiendo tocado, por descuido, un hilo metálico que comunicaba con la batería, recibí la descarga. Durante un intervalo de tiempo muy sensible, cesaron los fenómenos vitales, pero no experimenté ningún dolor. Después de algún tiempo, volví al uso de mis sentidos, vi confusamente el auditorio y los aparatos, y sólo entonces comprendí que había sido víctima de la descarga. A. fin de tranquilizar a los circunstantes, declaré que había deseado siempre con anhelo recibir accidentalmente una conmoción semejante, y que mis deseos se encontraban ya satisfechos. Pero, aunque había recobrado muy rápidamente el sentimiento intelectual de mi posición, no sucedió lo mismo con el sentimiento óptico. Mi cuerpo me pareció que estaba compuesto de piezas distintas; los brazos, por ejemplo, me parecían separados del tronco y en suspensión en el aire. De hecho, la memoria y el discernimiento parecían haber vuelto mucho antes de que el nervio óptico hubiese recobrado su función normal. ¿No es ésta, añade el profesor Tyndall, una prueba concluyente, en apoyo de la aserción de que los individuos muertos por el rayo no experimentan dolor ninguno?»

§ 11. -- La electricidad atmosférica
El Dr. Wall en 1708 y Stephen Gray en 1729 habían dicho que entre la chispa eléctrica y el rayo existía una semejanza muy marcada. Esta idea fue tomando cuerpo a medida que las observaciones hechas respecto a ambos fenómenos iban siendo más numerosas, hasta que Franklin, a mediados del siglo último, dio la prueba experimental de que entre la chispa de las máquinas eléctricas y el rayo existía, no una semejanza más o menos perfecta, sino una identidad absoluta, en cuanto a la causa original de tales fenómenos. Franklin estableció un paralelo completo entre los efectos del rayo y los de la electricidad. El aspecto de una chispa eléctrica alargada era el mismo que el de los rayos observados por aquel sabio; el rayo, como la chispa de las máquinas, se dirige de preferencia a los cuerpos terminados en punta, sigue la línea de menor resistencia, quema y volatiliza los metales, dispersa los cuerpos, y ciega a las personas a quienes hiere. Franklin reprodujo todos estos efectos del rayo, con la chispa de su máquina, o con las de las botellas y baterías de Leiden.
Fundado en estas ideas, hizo Franklin una experiencia famosa. Elevó una cometa provista de un hilo metálico puntiagudo. La cuerda de cáñamo que sostenía la cometa, se terminaba en su parte inferior por una llave de hierro, seguida de un cordón de seda aislador a pesar de que el cielo estaba tempestuoso, no pudo Franklin, en el primer momento, obtener manifestación eléctrica ninguna, pero, habiendo llovido un poco, se mojó la cuerda de cáñamo, haciéndose mejor conductora de la electricidad, y entonces se obtuvieron chispas y se pudo cargar una botella de Leiden con la electricidad atmosférica.
Algunos meses antes de esta experiencia, Dalibart, que había leído los escritos de Franklin, se propuso comprobar experimentalmente las teorías del sabio norteamericano, y para ello, hizo elevar en el aire una barra de hierro vertical de 40 pies de altura, sostenida por cuerdas de seda, y cuya parte inferior descansaba en una garita. Colocado en ella un observador, pudo obtener chispas eléctricas en un día tempestuoso.
Romas hizo también, en 1753, la misma experiencia de Franklin, elevando en los aires, una cometa de tela de grandes dimensiones, con la cual obtuvo chispas de 9 pies de largo, una pulgada de ancho, y que hacían tanto ruido como un tiro de pistola.
Estas experiencias no deben hacerse sino tomando antes grandes precauciones. El profesor Richmann, de San Petersburgo, había colocado una barra metálica que se elevaba unos 4 pies sobre el techo de su casa; aquella barra estaba en comunicación, por medio de una cadena, con un conductor aislado que había en su gabinete de trabajo. Un día estalló una tormenta, y una nube tempestuosa descargó su electricidad sobre la barra exterior. Propagóse el fluido eléctrico por la cadena hasta el conductor aislado y, no pudiendo continuar su camino hacia el suelo, se descargó en, forma de chispa sobre la cabeza de Richmann, que se hallaba próximo, dejándole muerto en el acto.
La aplicación práctica que hizo Franklin de aquella verdad, demostrada por él experimentalmente, fue recomendar que se pusiese en los edificios y en sitio culminante una barra metálica vertical, en comunicación con el suelo. Para explicar el objeto de esta barra metálica debemos decir antes algunas palabras acerca de la electricidad de las nubes.
Por de pronto, y aun en tiempo sereno, existe siempre en la atmósfera una cantidad, que varía periódicamente, de electricidad positiva. Pruébase esto, con el electroscopio de hojas de oro, modificado de modo que pueda recibir la influencia de la electricidad atmosférica; para ello basta con sustituir la esfera, que termina la varilla, por una punta metálica vertical. El fluido negativo del electroscopio, atraído por el positivo de la atmósfera, se escapa por la punta, y el electroscopio queda cargado de electricidad positiva, de lo cual es fácil asegurarse por los procedimientos ordinarios.
Si el aire, como acabamos de decir, está cargado de electricidad positiva, el suelo, en cambio, y por efecto, sin duda, de la influencia que el fluido positivo ejerce sobre él, se halla casi siempre cargado de electricidad negativa. Para convencernos de ello nos bastará poner el electroscopio debajo de un árbol o de un edificio y veremos que se carga de electricidad negativa.
Ahora bien, las nubes que se forman en la superficie de la tierra, y que están constituidas por vapor de agua más o menos condensado, se cargan de una u otra clase de electricidad, según la influencia que al formarse reciben. La tensión de la electricidad en ellas puede ser mayor o menor, llegando a ser muy considerable en las nubes tempestuosas. Supongamos, pues, una nube cargada de una electricidad cualquiera, positiva o negativa; si esta nube encuentra en su camino otra nube cargada de electricidad contraria, o en estado neutro, se descargará sobre ella por medio de una chispa, cuyas dimensiones son a veces enormes, y produciendo un ruido formidable. Aquélla chispa y este ruido constituyen el rayo y el trueno. Pero si la nube, antes de descargarse sobre otra, se acerca a la tierra, descompondrá por influencia el fluido neutro del suelo, atrayendo hacia sí, el fluido de nombre contrario y rechazando el del mismo nombre.
Si la tensión es bastante grande, o la distancia entre la nube y la tierra no pasa de ciertos límites, se efectuará la recomposición de los dos fluidos de una manera violenta; entonces se dice que cae el rayo. El rayo cae de preferencia sobre las partes salientes y sobre los cuerpos buenos conductores, porque en las primeras se acumula la electricidad, por la influencia de la forma, de la que ya hablamos en el párrafo 7, y porque por los segundos circula más fácilmente que por los no conductores. Según esto, Si en las partes culminantes de un edificio se colocan barras metálicas verticales, terminadas en punta, y en comunicación con el suelo, la electricidad acumulada allí por la influencia de una nube tenderá a escaparse en forma de penacho luminoso e irá más o menos rápidamente, según sea la tensión, a combinarse con la de la nube, evitándose de este modo, y en lo posible, las descargas violentas y todos sus efectos.
Esa barra metálica vertical, aguzada en su extremo superior y puesta en comunicación con el suelo, es lo que se denomina un pararrayos. Su invención, según hemos visto, se debe al famoso físico Franklin, y los servicios que ha prestado tan eficaces y numerosos, que no podríamos calcular el número de personas que ha preservado de los efectos del rayo, ni las riquezas cuya destrucción ha impedido. En los barcos y en los edificios públicos, en los depósitos de pólvora, en las fábricas de productos inflamables, son los pararrayos absolutamente indispensables. Su empleo está hoy tan generalizado que parece inútil recomendarlo.
La construcción de los pararrayos está sujeta .á reglas que los sabios han deducido de numerosas observaciones. Podemos resumirlas diciendo que ha de estar constituido por una barra de 10 metros de largo, terminada en su parte superior por una punta de cobre; la extremidad inferior de la barra ha de estar en comunicación metálica con el suelo, ya por medio de una barra de hierro cuadrada, ya por un cable del mismo metal, recubierto de un barniz aislador; este conductor ha de estar además en comunicación directa con todas las masas metálicas del edificio, con objeto de que el fluido desarrollado por influencia en aquellas masas pueda escaparse a tierra; la extremidad inferior del conductor debe introducirse algunos metros en el suelo y estar en contacto con cuerpos buenos conductores, como lo sería una corriente de agua o una capa húmeda; por último, cuando existen varios pararrayos en un mismo edificio, se debe procurar que todos estén ligados entre sí por medio de varillas metálicas.
Respecto al radio de acción de los pararrayos, se admite, aunque no se pruebe rigurosamente, que la barra preserva de los efectos del rayo un círculo cuyo radio sea el doble de la altura de la barra.
Los efectos del rayo son tan variados que casi se resisten a una clasificación. Son los mismos efectos de la chispa eléctrica, pero agrandados en proporciones colosales y con manifestaciones variadas al infinito. Sobre los cuerpos buenos conductores produce efectos muy distintos que sobre los no conductores, pues mientras a los primeros los funde y volatiliza a los segundos los hace estallar en mil pedazos a veces arrastra pesos enormes, moviendo paredes que pesan hasta 20 toneladas. Sobre los hombres y los animales, los efectos son desastrosos. Mata instantáneamente, unas veces sin ocasionar lesión orgánica ninguna, otras dejando en el cuerpo la huella de su paso. Y no sólo mata el rayo directamente, sino que, en ocasiones, produce la muerte de hombres y animales, a una considerable distancia del sitio donde estalla. Supongamos una nube cargada de una electricidad cualquiera y próxima a la tierra. Esta nube descompone por influencia el fluido neutro del suelo, atrayendo a sí el de nombre contrario al suyo y rechazando el del mismo nombre. Si en estas condiciones la nube se descarga instantáneamente por otro lado, por ejemplo, sobre otra nube, los dos fluidos separados por influencia se recombinan bruscamente, ocasionando en los seres vivos una conmoción que puede ser muy violenta y producirles la muerte. Llaman los físicos a estos efectos indirectos del rayo, choque de retroceso, según la denominación que les dio sir Ch. Mahon, que fue quien los explicó.

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